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A Carol, mi hermana del alma

Santander, 5 de octubre de 2010

A Carol, mi hermana del alma

(...) el viento me obliga a dejaros. No tengo la prisa del viento, pero debo irme.

Nosotros, los trotamundos, buscando siempre el camino más solitario, no comenzamos un día donde hemos terminado otro y no hay aurora que nos encuentre donde nos dejó el atardecer.

Viajamos aún cuando la tierra duerme.

Somos las semillas de una planta tenaz y es en nuestra madurez y plenitud de corazón que somos dados al viento y esparcidos por doquier.

Breves fueran mis días entre vosotros y aún más breves las palabras que he dicho.

Pero, si mi voz se hace débil en vuestros oídos y mi amor se desvanece en vuestra memoria, entonces, volveré.

Y, con un corazón más rico y unos labios más dóciles al espíritu, hablaré.

Sí, he de volver con la marea.

Y, aunque la muerte me esconda y el gran silencio me envuelva, buscaré, sin embargo, nuevamente vuestra comprensión.

Y mi búsqueda no será en vano:

Si algo de lo que he dicho es verdad, esa verdad se revelará en una voz más clara y en palabras más cercanas a vuestros pensamientos.

Me voy con el viento, pero no hacia la nada (...)

Familia Iglesias Aparicio.