A la Dra. María Antonia Fernández Echevarría
Piélagos, 23 de marzo de 2010
Cuando la vida suelta un zurriagazo y golpea cruelmente a alguien de los nuestros y de los buenos, nos sentimos doblemente afectados.
María Antonia no sólo ha sido de lo nuestros, ha sido de todos, y fue no de las buenas, si no de las excelentes, tanto en lo personal como en lo profesional.
Como profesional, Valdecilla pierde a uno de sus pilares, por sus conocimientos, por su entrega, porque fue ante todo y sobre todo una médico muy competente, humana, dedicada en cuerpo y alma a lo que más que una vocación fue para ella un estilo de vida: la medicina.
Trabajó hasta más allá del último momento que pudo hacerlo, y lo hizo sin reparar nunca en horas, en mañanas, tardes o noches; los pacientes eran personas que necesitábamos de ella y ella siempre estaba allí.
Y estaba profesionalmente de forma impecable y además, y en especial, dando seguridad, tranquilidad, arropando con aquella forma suya de hablar, de sonreir, de mirar.
Maria Antonia ha sido una médico que Valdecilla deberá recordar siempre porque es un ejemplo para futuras generaciones.
Si en lo profesional fue excelente, en lo personal incluso ese calificativo se queda corto. Maria Antonia era fuerte y dura como el diamante, pero al mismo tiempo suave y dulce, ofreciendo su amistad sin matices, siempre a tu lado, estando ahí, intuyendo cuando necesitabas su apoyo y entregándose con una generosidad sin límites.
Por eso, quienes nos beneficiamos de tu saber y de tu amistad, nunca acabaremos de pagar la deuda de gratitud que contrajimos contigo, aunque de ahora en adelante, todos los días, al recordarte, te resarciremos un poco de tanto cuanto nos diste al decirte: Gracias Maria Antonia.