Al santoñés Bernardino Rivas
Santander, 19 de abril de 2008
No sabes lo bonito que fue el día siguiente de tu ida. Ventoso, como va siendo habitual en esta primavera, pero progresivamente caldeado hasta quedar todo quieto en ese sol que se echa por entre los montes de Escalante y que tú esa tarde ya no pudiste contemplar desde tu casa.
Así es Berna; nos hemos quedado como guardianes de la vida tras tu partida, y te aseguro que ya he visto a los mirlos cantando en la mañana de tu entierro, a la vez que ya se presienten las nuevas polladas de gorriones y el perforeo nervioso de prados por las recién llegadas abubillas.
Es duro ver que todo renace con fuerza tras tu ausencia, e incluso notar que la vida sigue igual también sin ti, pero bien sabemos que no has hecho otra cosa que pasarnos el aviso de que estamos en la lista de espera de ese tren que acabas de coger. A tus amigos nos gusta saber que quieres que usemos la vida con deleite, pero para ser serenos y animosos, armoniosos y críticos, creativos y humildes. Todo a la vez, pero siempre buenos, como tú, o perfectos en la imperfección, como decía Umbral
Te fuiste hace unas horas atrapado por la locura de unas células con "poca cabeza", pero he de decirte que me impresionó cómo leías a pesar de tu progresiva mengua física. Eras lector empedernido y aprendiste mucho en los libros que tanto amabas y quisiste tenerlos a mano hasta que se te cerraban los ojos agotados. La última vez te dejé El retrato de Dorian Gray. No se si te dio tiempo a releer esa genial burla de la inmortalidad, pero a mi me ha gustado mucho el que me dejaste sobre la fascinante Constantinopla.
Pero, sin más rodeos, ya es hora de que te diga que eras un brillante ingeniero industrial y, sin embargo, te dedicaste a la enseñanza, a pesar de ser tarea difícil en esta cotidianeidad nuestra tan menguada en esfuerzos. Eso obliga a un respeto extra hacia ti.
También fue generosa tu presencia política en la "onda" regionalista local para dar parte de tu ocio desinteresado a los demás, aunque, ¿ay!, ya notabas los zarpazos del desencanto porque tu idealismo iba por otro lado distinto del que se lleva en los entresijos del poder. Bien lo sabías tú que ya militaste en la "pura" izquierda en tu juventud universitaria bilbaína y sabemos lo que pasó con su pureza marchita.
62 años te han dado mucho de sí pero nada tan grande como tu jovial mujer y tus 2 hijos que sólo lloran que no estás porque, sin embargo, para ellos eres, siendo cierto que los hijos nos continúan como somos. Son nuestro presente continuo que puede a cualquier muerte.
Me gustó tu funeral porque te noté al lado; vivo como un recuerdo fresquísimo, pero sobre todo porque en el ofertorio de tu misa una buena monja, sí una monja, no te rías, cantó con hondura pasmosa una canción bellísima que decía de ti "con amor te presento, Señor, lo mejor de mi vida "
Me nublaste la vista con ese lagrimeo que sale del alma, pero, de verdad, mientras nos dabas lo mejor de tu vida, qué bonito ha sido tenerte y conocerte. MANUEL SOLANA GOMEZ