Estaban todos, Miguel
Reocín, 29 de septiembre de 2010
No faltó nadie a decirte el último adiós. En la mañana del día de San Mateo, día de gran fiesta al igual que el de tu nacimiento, los teléfonos propagaban la triste noticia, para muchos ya esperada tras tu ingreso en el hospital. Impresionante la larga procesión de amigos que se acercaron al tanatorio para saludar a tu familia. Los de al lado se preguntaban ¿por qué tanta gente? ¿quién está en el seis? Pues Miguel, un mocetón de Puentenansa, un buen jugador de bolos, campeón dentro y fuera de las boleras; que para jugar a los bolos tuvo que sacrificarse a sí mismo y a su familia; que tuvo que hacer montones de kilómetros después de un duro trabajo y que siempre fue el último en despedirse de las fiestas surgidas tras las competiciones bolísticas, mostrando en ellas su alegre y jovial carácter, su simpatía y sus buenas dotes de teatralidad, sin olvidar su buen gusto por las canciones montañesas o los chistes.
Tampoco faltó nadie a tu sepelio. Allí estaban todos los jugadores, los de antes, los que compartieron contigo las boleras y los de ahora; los directivos, árbitros y aficionados; y hasta el mismo presidente de Cantabria. Y tras el emocionante aplauso de despedida que nos arrancaste en la iglesia, todos subieron la pindia cuesta hasta la atalaya del cementerio, desde donde ahora controlas a los que vienen por la Collá, la que tu tanto paseaste a las doce de la noche y a las dos de la mañana, cuando después de la partida regresabas al hogar en donde dormidos te esperaban Piedad y los "pirris". Allí descansas, esperando los vientos cálidos de la abriguna, divisando las primeras nieves del invierno y contemplando los pastos a los que se acercó el maldito lobo/lobatis que te llevó de nuestro lado para siempre.
¡Qué gorda nos la has hecho! Te decía emocionado tu hijo Miguel Ángel en el tanatorio. Pues sí. A Piedad, tu fiel esposa que como gallina clueca se privó de todo para cuidar de sus cinco polluelos y que ahora seguirá ejerciendo su matriarcado; a tus hijos, hijas y nietos; a tu hermano Jaime, a tus hermanas y cuñados; a los compañeros de la Coral Torre de Obeso; a Toñín, siempre a tu lado en estos dos últimos años tan difíciles en los que te faltó la salud justo cuando acababas de jubilarte ¡maldito lobo/lobatis! Cuánto habrías disfrutado llevando por las boleras a tu nieto Rubén, justamente lo que no pudiste hacer con tus hijos por el trabajo y por los bolos; a tu hidalgo caballero Santos, que ha perdido a su fiel escudero; a tus amigos de blancos y de tonadas; a los de Helguera, que primero perdimos la peña, luego la bolera y ahora a nuestro campeón. Todos los que fuimos a despedirte sentimos profundamente tu marcha. No fue un cumplido sino un sentimiento. Nos queda en el recuerdo la bolera de Puentenansa que lleva tu nombre y seguramente que no descansarán tus amigos hasta conseguir un concurso que en tu memoria reúna cada año a tus amigos los jugadores.
Hoy es el día de tu santo, fiesta grande en tu querido valle de Rionansa. Llegarán los ganados hasta Prau Socollo, y con ellos los ganaderos, los artesanos, los mercaderes, los feriantes y los ociosos, gente campechana que allí reunida había. No faltaran las guapas cabañas tudancas, los caballos, el arrastre y las canciones de los Tanea o de los Cossío. Todo parecerá igual pero no será lo mismo. No esperaré a que los limones bajen coloreados porque mi querer nunca se acaba, pero lanzaré un sssssssssss..... espectacular cohete. ¡Va por ti, Miguel!
Vicepresidente de la Federación Cántabra de Bolos