Falleció Berto Muriedas Morante, empresario del sector del mueble
Torrelavega, 24 de noviembre de 2007
Sorpresa y pesar causó en Torrelavega el fallecimiento de José Alberto Muriedas Morante, miembro de una familia de empresarios del mueble que hicieron de esta ciudad sobresaliente en este sector en Cantabria. Su muerte fue inesperada ya que Berto Muriedas llevó con la discreción de la que siempre hizo gala, la dura enfermedad que, en poco más de tres meses, le produjo la muerte.
Era hijo de Apolinar Muriedas, un gran ebanista de la casi legendaria saga de Torrelavega en la que destacaron él mismo, Palacios, Herreros o Argüello, entre otros. Precisamente Uco Casanova, Apolinar Muriedas y Manuel Argüello coincidieron con sus talleres de ebanistería y de muebles artesanos en La Llama. Su hijo, Berto Muriedas Morante, fue quien, siguiendo la tradición mueblera de la familia, dio el gran salto y abrió una gran fábrica de muebles en Barreda, desde donde vendía para toda España. La mala suerte hizo que hace una década el fuego dejara su fábrica practicamente en cenizas pero el tesón, el sacrificio y la apuesta por el trabajo de Berto Muriedas, consiguieron que resurgiera de las cenizas. Ya eran sus tres hijos, Alberto, Andrés y Mario, quien se habían puesto al frente de la empresa que fundara su abuelo cuando a su padre le sorprendió la enfermedad.
Pero no sólo destacó Berto en el área empresarial. Su familia y el deporte se llevaban las pocas horas que le dejaba libre su trabajo. Nació en Sierrapando, cuna de los Morante (la actual alcaldesa de Torrelavega, Blanca Rosa Gómez Morante, es prima carnal muy cercana de Berto Muriedas), donde desde chaval jugó al fútbol como aficionado en el equipo de su pueblo. Gimnástico de corazón y de hecho entró a formar parte, como directivo, de la junta que presidió en los años 80 Víctor Martín y, posteriormente, como vicepresidente, de la que presidió posteriormente Alejandro Campo, quien ayer recordaba emocionado a su amigo.
Fue Berto Muriedas, además, un gran dibujante, virtud que siempre ha acompañado a los buenos ebanistas, afición a la que dedicó los últimas semanas de su vida cuando supo que la enfermedad le daba ya muy pocas posibilidades. Hombre sencillo, sin grandilocuencias, desprendido y trabajador ha dejado una huella en la ciudad, la misma que dejan las personas que son reconocidas por los demás sin ellas quererlo. Su esposa Lucinda, sus hijos y toda su familia lo saben. Su funeral se oficiará hoy viernes, a las once y media de la mañana, en la iglesia de la Virgen Grande.
Nieves Bolado