Funcionario de la Jefatura Provincial de Tráfico
Santander, 4 de enero de 2012
Hace unos días falleció en Santander, de forma inesperada, un extraordinario compañero en los quehaceres profesionales en la Jefatura Provincial de Tráfico de Cantabria: Abel Pardo Carral. No dejamos que nos lleve el sentimiento profundo por su muerte si afirmamos que Abel era una buena persona, un magnífico compañero, un excelente servidor público. Suponemos que, en estas circunstancias, afirmaciones como las expresadas son las que hay que destacar cuando fallece un amigo, pero creemos que en el caso de Abel Pardo Carral no hay definiciones que más se ajusten a la realidad. Así lo sentimos sus compañeros de trabajo en la Jefatura de Tráfico, la Guardia Civil de carretera, gestorías administrativas, los concesionarios de vehículos y, en general, cuantos a lo largo de muchos años han mantenido relación con Abel por sus quehaceres públicos.
Su andadura en la Administración del Estado venía ya de lejos, a pesar de contar con tan sólo 58 años cuando falleció, noticia que todos sentimos como un mazazo. En 1973 superó las oposiciones del Ministerio de la Gobernación ingresando en la Jefatura de Tráfico de Santa Cruz de Tenerife y dos años más tarde fue destinado a la de Santander. Desde entonces, han pasado treinta y ocho años de trabajo, siempre ejercido con profesionalidad, diligencia y ese espíritu de servicio, resumen de sus principios éticos, es decir, todo lo contrario de ese calificativo impropio de casta, término con el que algunos quieren estigmatizar a los funcionarios públicos.
En la Jefatura de Cantabria estuvo siempre vinculado a la sección de vehículos y fue, prácticamente durante toda su vida laboral, el encargado de las matriculaciones, desde cuando se concedía su número en Cantabria como referencia en la provincia donde se había adquirido el vehículo, a su posterior aplicación, desde el año 2000, de la combinación de cifras y consonantes. Y estas tareas las ejerció siempre como un competente funcionario y compañero.
Ejemplo de su rectitud y buen hacer, hace poco más de un año la Asociación Profesional de Jefes de Policía Local de Cantabria le entregaron en reconocimiento a su rectitud y valores profesionales la Cruz al Mérito Profesional, una distinción que habla por sí misma de esa profesionalidad y competencia y que, generoso siempre, compartió con todos sus compañeros.
En los días transcurridos desde que ocurrió su óbito, todos los que le conocían y le trataban en la Jefatura de Tráfico han mirado con profundo sentimiento a su mesa vacía. No le hemos encontrado. En algunos casos, incluso, tras preguntar por él, han tenido que enfrentarse al impacto doloroso de recibir la noticia de su inesperada muerte.
Desde estas líneas queremos enviar a su familia nuestro más sentido dolor, expresión que ya dejamos patente en la capilla ardiente y en el funeral celebrado en la Iglesia Santa María (Pronillo-El Caleruco), en especial a su esposa, Begoña Fernández Castro, su hijo, Diego, y su madre María Luisa Carral. Desde el corazón que habla sobre todo en estos momentos de justificado dolor, podemos decir que la sociedad ha perdido a un excelente funcionario, y sus amigos y compañeros, a una gran persona.