In memorian
Santander, 15 de diciembre de 2011
Estoy de acuerdo completamente con la frase que escribió un día el magnífico periodista y escritor Manuel Vicent quien, ante la grave enfermedad de su madre, grabó en su mente la idea de que la muerte es una injusticia, un elemento impúdico que corrompe la inocencia del paraíso. Es lo mismo que pienso yo sobre la muerte de mi primo Emilio Miguel del Río, un pequeño empresario en su carpintería de aluminio, que ha fallecido a la edad de 51 años, ante la incredulidad de todos los que le conocimos y le queremos. Con el tiempo, uno se hace repetitivo con sus recuerdos. De este primo yo me pavoneaba desde pequeño porque cualquiera era el guapo que me ponía una mano encima, llegando raudo siempre a mi llamada de socorro si otro niño me quería pegar. No sé en la desolación del momento si expreso bien que era un hombre bonachón, honrado, honesto, quizás el primo más querido entre sus primos, que ya es mérito, porque cada familia tiene lo suyo y ninguna se puede jactar de perfección absoluta. Morirse como una buena persona tiene como digo mérito, pero eso no convence a los que nos quedamos aún aquí, especialmente a su viuda Rosi, y a su hijo Emilio, nombre y cara heredada de su padre, que en la madurez seguía siendo gran protector de los suyos.
La muerte es algo tan terriblemente concreto, que te hace llorar, te hace sufrir, no olvidas el hecho ni tampoco a la persona perdida, pasen los años que pasen y especialmente en el Día de Difuntos. No es justo primo. Me lo dicen igualmente el resto de la familia, amplia y dispersa, pero tú la controlabas porque para no apreciarte había que ser de otro planeta o directamente idiota. La frase es hecha, pero más que vacío, dejas un socavón gigante. Has educado a un buen chaval y su madre y su abuela Mercedes que vale por dos, por la repetición de nombre en tu hermana, mi prima, van a ser piña en torno a él. A fin de cuentas, ellos eran tu máxima preocupación. Perdóname en el más allá que por una vez no fuera yo el que acudiera en tu auxilio para librarte mágica o milagrosamente de la enfermedad que te ha llevado. Siempre te recordaremos Emilio, y no es frase hecha.