Mariano, el de El Coterón
Voto, 5 de julio de 2011
No sabemos si los lugares hacen a las personas o, al revés, las personas hacen a los lugares. Lo que si es seguro es que de Mariano Mier, Mariano, el de El Coterón, se pueden decir las dos cosas por igual. Su vida merece un libro por muchas razones referidas a los sentimientos, a la amistad, a la ayuda y a la solidaridad, a la aportación y al compromiso e incluso al éxito profesional e industrial como orujero. Liébana, Argüebanes, sin Mariano, son menos entendibles, más tristes de habitar. Muchos amantes devotos de la zona seguiremos ahí, pero ya no será lo mismo sin él. Es verdad que nos queda su gran familia, con su mujer Nati a la cabeza, con sus hijos Natalia y Marianín, sus esposos Rubén y Julia o su suegra María que le adoraba como todos los demás. En noviembre nacerá su primer nieto, y ya le prometieron que le contarían cada día como era su abuelo. Cada uno de ellos lleva dentro algo de Mariano y tuvieron además el gran honor de convivir junto a él. Siempre estaba dispuesto para todo y para todos. No se echaba atrás por nada, era consciente de lo que ocurría a su alrededor, y siempre daba el primer paso para poner un poco de él y de lo suyo, si con ello se llegaba a la mejor solución de algo.
Mariano Mier fue siempre un hombre de palabra, que la manejó también con suma inteligencia para conseguir lo mejor para su pueblo y sus vecinos. Era el maestro de ceremonias perfecto para hacer del pueblo donde vivía y amaba un lugar mejor. Lo dijo su fiel empleada Luchi en el gran funeral que le dispensó su gente: «eras el mejor jefe del mundo y mejor persona aún». ¿Se puede decir algo mejor de una persona? Creo que no.
Nació y murió en el paraíso llamado Liébana. Nunca dudó de sus posibilidades y menos del ser de las buenas gentes lebaniegas que pueden comerse el mundo si quieren. La palabra rendirse no estaba en su vocabulario, y eso que los achaques nunca le dejaron tranquilo. Deja un recuerdo imborrable como ser humano. Lo de él era actuar, hacer, crear, sentir y compartir. Fue un visionario y su legado queda para que otros en Cantabria tomen hoy mismo el ejemplo de una persona realmente emprendedora donde las haya. Eso sí, decía que antes de acometer un proyecto, de dentro para fuera de uno, había que estar dispuesto a darlo todo: a entregarse a fondo. Con nosotros y muchos más lo hizo, y nuestro amor siempre le acompañará. ¡Descanse en paz Mariano Mier, Mariano el de El Coterón!