Te escribo porque estás viva
Castañeda, 7 de septiembre de 2011
Por Manuel Ángel Castañeda
Te escribo porque estás viva, Ernestina, y no porque te hayas muerto. Estás viva en el corazón de tu esposo Enrique, en el alma de tus hijas que todo lo aprendieron de ti, viva en la mente de todos tus familiares y amigos y, sobre todo, viva junto a Dios, en la Gloria.
No has muerto, porque tu huella indeleble está con todos nosotros y porque tu fe, tu espíritu de sacrificio y lucha ha sido un ejemplo que a nadie deja indiferente.
Cuando se predica con el ejemplo, como ha sido tu vida entera, sobran las palabras. Cuando se ha tenido fe hay certeza de salvación, porque lo que pidió siempre Jesús fue precisamente la fe y el amor al prójimo, y eso lo has dado con plenitud.
En Cantabria has dejado un recuerdo imborrable y la bahía de Santander y los prados de La Cavada fueron los paisajes que disfrutaste en verano, junto con tu familia.
También aquí diste lecciones de cómo entender bien la amistad y de interpretar la vida con una proyección del hombre en Dios.
La tristeza de tu fallecimiento ayer, en Madrid, embarga a todos tus familiares y amigos, pero de forma simultánea sabemos que tuviste valor hasta el último minuto y que aceptaste la voluntad de Dios con entereza. Te despediste con la misma sencillez que viviste.
Estas viva, Ernestina. Lo estás entre todos los que te conocimos, porque nunca perecerá tu recuerdo, tu espíritu y tu alma generosa y limpia.