Un gran defensor de Cantabria y de todos los suyos
Piélagos, 7 de abril de 2011
El pasado 22 de marzo, un hombre cincuentón salió de su casa a correr por la Picota de Liencres a disfrutar de uno de los más bellos paisajes que nos ofrece Cantabria.
Ese hombre se llamaba Enrique Martín Cotero y vivía con su familia en el Barrio La Caseta número 27, en Liencres (Piélagos). Dicha vivienda es una de las afectadas por la Ley de Costas y sobre la que pesa una sentencia de derribo.
Enrique era una de las cabezas visibles de la Asociación de Maltratados por la Administración (AMA )y luchó hasta el último de sus días por mantener la vivienda en la cual escribo estas líneas en pie. Además Enrique Martín Cotero fue un gran defensor de Cantabria y siempre luchó por los intereses de lo suyo, con lo cual participó de forma activa en la creación de ADIC (Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria).
En su funeral, tuve el valor de leerle esta carta, a modo de despedida, que ahora reproduzco en las páginas del periódico.
«Hoy 24 de marzo de 2011, os voy a leer la carta que le escribe un hijo a un padre, pero que todos vosotros me habéis ayudado a escribir.
Quique fue un hombre especial, luchador, cariñoso, bondadoso; un hombre bueno, una de esas bellas personas que el Señor se lleva al Cielo. Todos pudimos disfrutarle y él nos pudo disfrutar a nosotros con todo su ser. Porque así entendía él la vida, disfrutándola e intentando que todo aquel que estuviese junto a él disfrutase de ella mucho más.
El 22 de marzo nos dejó, marchó, pero no ha marchado muy lejos. Quique, mi padre está en el cielo, vigilándonos y haciendo lo que él mejor sabía hacer: protegernos. Aún así nos ha dejado un hueco inmenso que nada ni nadie va a reemplazar. Hoy Quique junior va a intentar coger las riendas de la familia que él formó, aquella por la que todo dió. En sus últimos días decía: 'Todo lo que anhelo y por todo lo que lucho cada día es por daros lo mejor del mundo'. Desde luego puede descansar en paz ya que nos dio lo mejor del mundo, que fue su presencia y con ella disfrutar de todas sus sabias enseñanzas que he ido entendiendo con el tiempo.
Hombre sabio, responsable, amante de lo suyo, amaba Cantabria, amaba España, amaba a sus amigos, amaba a su familia, nos amaba. Hombre versátil, se supo adaptar al siglo XXI mejor que sus propios hijos. Hombre sano, trabajador, humilde y respetuoso; hombre de familia católico, un hombre deportista, el hombre, el superhombre.
El deporte y su sano vicio de ir a correr por nuestra tierra nos le ha llevado. Él siempre corría con un fin y una meta en su horizonte. Hoy podemos decir que papa: 'Has conseguido tu meta en la vida de darnos lo mejor'. Hablo por mí y mi familia, pero todos vosotros sabréis que llegó a su meta tranquilo porque os dio todo lo que tenía en su interior. Incluso hizo un especial esfuerzo en los últimos días para despedirnos a todos con la mejor de sus sonrisas.
El lunes llegué de viaje. Él como siempre me fue a buscar, estábamos pasando nuestros últimos momentos juntos, el Señor le reclamaba, pero yo estoy seguro de que él quería despedirse de mí y de decirme al irse a la cama su último: 'Te quiero hijo'.
Para mí ha sido el hombre de mi vida. Tanto mi físico, como mi personalidad están hechos a su imagen y semejanza. Era el hombro que me apoyaba cuando lloraba, sus brazos eran los que me levantaban cuando me tropezaba, su cabeza la que hacía regir la mía cuando no funcionaba y sobre todo sus palabras, aquellas que me hacían sonreír día tras día. Así era él.
Lo fue todo para mí, y ahora que él no está, hará de mi una persona con más fuerza que nunca para tomar ese relevo en esa carrera en la que siempre participó: luchar por su familia.
Tu lucha es y siempre será la mía. Descansa en paz papá. Te quiere tu hijo».