Adiós a la marquesa de Santa Cruz
Santander, 7 de enero de 2008
Ayer nos dejó la ilustre nonagenaria Casilda de Silva y Fernández de Henestrosa, Marquesa de Santa Cruz y Grande de España.
Descendiente de Don Álvaro de Bazán y Guzmán, Señor de El Viso, y de Valdepeñas, Capitán General de las galeras de la flota cristiana en Lepanto, conservaba muchas de las cualidades de su antepasado, energía, decisión, patriotismo, junto a una exquisita femineidad, cordialidad y amplísima cultura.
En su feudo manchego de El Viso del Marqués supo mantener vivo el magnífico palacio italianizante que mandó construir Don Álvaro de Bazán tras la batalla de Lepanto; que la recién fallecida marquesa, adelantándose a sus tiempos, supo brillantemente acordar su uso como archivo de la Marina por un alquiler simbólico de una peseta.
En su residencia del centro de Madrid conservaba con esmero reliquias del pasado de una familia ligada a la historia de España; desde los fanales de la galera del jefe de la flota turca Alí Pachá en Lepanto, hasta diversos objetos de artes decorativas legado de sucesivos antepasados a lo largo de la historia.
Nunca olvidó, ni el Trujillo de sus ascendientes, a donde acudía con ilusión a disfrutar de una de las plazas más maravillosas del renacimiento extremeño, presidida por la estatua ecuestre de Pizarro, ni mucho menos sus vinculaciones montañesas donde disfrutaba de los veranos en su posesión "Las Fraguas" entre verdes y frondosos prados del valle del Besaya.
Acompañó a su marido, fallecido hace muchos años, José Fernández-Villaverde y Roca de Togores, Marqués de Pozo Rubio y G. de E., descendiente de Raimundo Fernández-Villaverde, Presidente del Consejo de Ministros y Alcalde de Madrid, en destinos diplomáticos relevantes en las embajadas de Dinamarca, Países Bajos y Reino Unido, sumando a la gestión diplomática sus numerosos contactos personales con las altas esferas de la política y la cultura.
Siempre se interesó por la beneficencia y el mundo cultural. Entre otras cosas ocupó la Presidencia de la Cruz Roja Española y Vicepresidencia de la Liga Internacional de la Cruz Roja.
Le concedieron numerosas distinciones. Recuerdo mi presencia en Estocolmo cuando el Rey Carlos Gustavo de Suecia le impuso en el Palacio Real la Estrella Polar, máximo galardón sueco y, todavía hace pocas semanas, le fue concedida en Ginebra la más alta distinción de la Cruz Roja Internacional, la medalla Henry Davison, que por su avanzada edad no pudo recibir en persona y que en su nombre recogió su hijo primogénito Álvaro, Duque de San Carlos.
Pocos días antes de Nochebuena le visitamos mi mujer y yo en su casa de Madrid donde disfrutamos, junto a su hija Casilda y un Embajador de España retirado y gran amigo de ella, de su amenísima conversación y su brillantez habitual que ha conservado hasta los últimos momentos.
Un cariñoso saludo a sus hijos y nietos por tan dolorosa pérdida.