Álvaro Cobo Alonso, in memorian
Madrid, 23 de julio de 2009
El pasado sábado, día 18 de julio, se celebró en Llerana una misa-funeral en memoria de Álvaro Cobo Alonso. El lunes, día 6 de julio, se publicó en El Diario Montañés una breve reseña sobre el triste acontecimiento de su fallecimiento. Un poco precipitadamente, sólo pude realizar una corta semblanza de este cántabro, que se enorgullecía sobre su procedencia de la Comarca de los Valles Pasiegos, hecho que me ha motivado a ampliar mediante unas breves pinceladas la personalidad de este inolvidable amigo.
La nostalgia por su desaparición vuelve a mi mente. En este Madrid, donde la vida discurre a un ritmo acelerado, por sus características poblacionales, económicas y sociales, Álvaro, siempre era un referente de sosiego, generosidad y tranquilidad, inteligencia y erudición. Era como aquellos pensadores de la Grecia Clásica que poseían el don de la virtud (la areté).
Economista y humanista, era un profundo analista, con una clarividencia y capacidad de síntesis encomiables. En todos los foros donde intervenía se le escuchaba con profundo respeto e interés y en su amena conversación te transmitía su saber, con una parsimonia y convicción que te cautivaban. Su ponderada opinión era muy valorada no sólo por sus amigos, sino también por sus compañeros de trabajo y jefes en ese complejo entramado de la Moncloa, donde prestaba sus servicios en la Presidencia del Gobierno.
Álvaro siempre rechazaba la vanidad y como indicaba, con sorna e ironía, «las pompas». Su sencillez era una cualidad que formaba parte de su propio ser, siguiendo a rajatabla la expresión latina : «Vanitas, vanitatis et omnia vanitas».
La prueba palpable de su valía es que Secretarios de Estado, Directores Generales y otros altos cargos de la Administración, además de otros muchos, han sentido de corazón, esa nueva singladura que Álvaro ha emprendido por esos confines del Universo.
Álvaro camina firme por las estrellas y en ese cosmos infinito, intenta hacernos llegar esa suprema felicidad y bienestar, que no se logra a través de bienes materiales, sino fomentando esas virtudes fundamentales, que como la verdad, la ética, la bondad y el conocimiento constituyen parcelas de ese bien general, que todos deseamos, quizás un mundo utópico, pero en realidad el único válido. Adiós Álvaro.
Aquí desde la tierra, tu familia y amigos te recordaremos con ese cariño entrañable que nos inculcaste. Dejas un vacío difícil de llenar.