Borrar

FRANCISCO DE BERAZA

Santander, 30 de marzo de 2016

Francisco de Beraza, Coco para la familia, o Paco el buzo o el rana, como le conocíamos, nació en la Alfonsina, en la hoy conocida como calle Duque Santo Mauro con la calle Fuentes Pila. Pasó su infancia entre los Agustinos y la Magdalena, donde se crió con sus padres, Carmen y José, y su hermana Mamen. Allí fue donde empezó a amar la mar, donde cruzaba solo en bote remando al Puntal con menos de siete años, donde su padre, Pin de Beraza, hacía pesca submarina junto a su amigo Ángel Gómez-Acebo, donde vivió tantas y tantas horas junto a la mar. Y fue ese contexto y ese ejemplo el que fue impregnando de salitre su pelo y su alma.

Con la natación desde niño como deporte habitual, a los catorce años comenzó a trabajar en las algas, en un trabajo tan duro como sólo conoce un buzo, con jornadas interminables en las que trabajaba como rana y ayudando en superficie.

Más tarde inauguró el socorrismo en las playas de el Puntal, Somo y Loredo, junto a otro compañero por temporada (Manolo Pellón, Javi Martínez Zapico, ...), con la antigua caseta de Somo como base para atender los aproximadamente cuatro kilómetros de arenal. Durante los tres años que permaneció en estas playas y con la única ayuda de las aletas, consiguieron que no se ahogase nadie. Posteriormente trabajaría en la playa de Ris, Noja, en lo que sería su último año como socorrista, y en la que pasaría los días con mi madre.

Desestimó una plaza en un reconocido banco internacional por principios y por hacer lo que le apasionaba, abandonando otro puesto fijo en el que promocionó, años después, por su trabajo, para continuar su pasión en la mar como rana, porque a él siempre le escuchamos en casa hablar de ranas, más que de buzos. Esos ranas que forjan amistades que perduran en el tiempo y en la distancia.

Sus trabajos, anécdotas y viajes fueron incontables, pero lo que siempre le definió como persona, y que hemos recogido sus hijos como legado, fue su honradez, su amor por su mujer y los suyos y su gran corazón. Una honradez que le llevaría en alguna ocasión a tener que trabajar fuera de su tierra por no comulgar con costumbres que hoy están de máxima actualidad. Si hay algo que siempre fue mi padre es libre. Libre en todas sus vertientes, de ataduras y compromisos, de trabajos alienadores y convencionalismos. Y así parte hoy hasta el encuentro, libre, amando, generoso, como siempre fue, como es, como le amamos.