Liébana llora y canta
Torrelavega, 10 de noviembre de 2007
El mismo día de tu entierro, si el cielo existe y tú, Alfonso, me permites fantasear, estoy seguro que tu paisano Jesús de Monasterio pidió permiso, a quien más manda en la gloria, para tocar en tu honor su "Marcha fúnebre y triunfal."Partitura admirable de su genio creador, tan apropiada para un rey como para un alcalde de la villa de Potes, de camino a su morada más silenciosa. No hizo más el compositor que contar con el permiso y, al instante, un lamento de violín, audible para la naturaleza y para aquellos seres humanos dotados de una sensibilidad especial, se mezcló con el aire otoñal, expandiéndose por la campiña lebaniega, meciendo los bosques autóctonos, acariciando el castañar milenario de Pendes, allá en El Habario, arrullando las rústicas casas de piedra que esconden alquitaras con escarcha de orujo, para terminar la melodía fúnebre por aselarse en los acongojados corazones de quienes sintieron tu marcha, no por anunciada menos dolorosa.
A la lamentación del violín, muchos de aquellos buenos amigos tuyos le pusieron letra, llevados por el noble y delicado deseo de honrar tu memoria. Qué digo muchos, todo hijo de vecino quiso trazar con palabras sentidas tu mejor perfil. "Fue un amigo de todo el mundo y un hombre volcado con su pueblo."De esta manera se expresaba un lebaniego, buen amigo tuyo, José Pardueles, dos días después en otro entierro en Tanos. Otros dijeron que te gustaba pasear con la "fresca" y departir con el vecindario antes de enredarte con los papeles de tu escritorio. Pero los más, aquellos que vivieron la fortuna de compartirte en una mesa o en una reunión, apostillaron que eras un hombre grande, más grande por dentro que por fuera, y lo hicieron, algunos, con el llanto en los ojos.
Nadie andaba descaminado en sus apreciaciones sobre ti porque, incluso quienes te conocimos de media docena de parrafadas, cuatro tonadas montañesas y una jornada con "los amigos de los lunes,"nos aventurábamos a suscribir lo oído y lo callado de ti sin riesgo a equivocarnos: Amigo de tus amigos; afable y campechano con todos, nada asustadizo, y mira que en política se lleva uno sustos, e incluso arrogante ante la muerte al declarar: "La vida hay que vivirla y disfrutarla y si tienes la oportunidad, como creo que he tenido yo, lo que hay que jugar es con la muerte."
La vida, Alfonso, te hizo generosos regalos; Estela, tu mujer, probablemente el mejor de los regalos junto con tus hijos Fonso, Juanfra, Rubén y David. Pero la vida es una historia que siempre acaba mal, por aquello de que acaba, y más cuando acaba pronto. Sin embargo tú fuiste conocedor de que la vida se iba y quisiste morir sin escatimar vida a la vida. Alfonso, viviste hasta el final de tus días como se viven los días sin final.
Hoy, a veinte días de tu definitivo adiós, la tierra del Beato vive otra etapa crucial, en esta ocasión impregnada de felicidad y alegría irrefrenable. Potes vuelve a imbuirse del gozo de vivir con la fiesta del orujo y, aunque el alambique destile ausencia de ti, Baby o Cuqui, es tiempo de canto y nada frenará a la muchedumbre el impulso al contento.
Es curioso como los pueblos de Cantabria están marcados casi siempre por momentos decisivos de dolor y felicidad. Ahí lo tienes Alfonso, hemos pasado en Liébana del llanto al canto; un canto regional que se escucha hasta en la tasca más pequeña, porque el canto con raíces, ese que tú tanto fomentaste, forma parte de la vida festiva de esta región. Somos muchos los que en estos días evocamos la emoción que te producían los bailes de picayos, los coros de ronda y esos solistas que van por libre y con los que te faltaba tiempo para formar pareja, no ya porque apreciaras el canto sino por tener la fortuna de saber cantar. Evoco hoy como le pedías al solista Pedro Álvarez, al que te unía una sincera amistad, que cantara la tonada "Soy de Potes,"en aquellos saraos que se organizaban los lunes en la villa, para acabar vuestras gargantas perfectamente acopladas.
Dicen algunos lugareños, en clara referencia a la fiesta del orujo, que aunque la tropa beba esta noche más de la cuenta y se trastorne un poco, una sola gota de rocío y la intemperie espabila pronto a la gente decente. Y la verdad, amigo Alfonso, es que más de uno dormirá este fin de semana bajo las estrellas, por aquello de que en Potes, como en Belén, no queda posada.
A muchos amigos y conocidos tuyos les va a resultar difícil arrojarte al purgatorio del olvido estos días. Y, en ese trasiego de idas y venidas, algunos entrarán en los lugares que tú frecuentabas, siguiendo tu estela y brindarán por ti y porque persevere en ellos el noble deseo de recordarte. Yo, por mi parte, te deseo que descanses en paz de veras, algo que hemos deseado siempre a todos los seres queridos que se han ido, desde que hay memoria.
Juan Jose Crespo Saiz / Presidente de la Federación Cántabra de Coros