Mariano Mañero, un caballero de la enseñanza
Santander, 8 de marzo de 2011
Todo un caballero, correcto, educado, y un enamorado de su profesión, catedrático de Geografía e Historia de Instituto Nacional de Enseñanza Media. De aquellas cátedras que tanto costaba alcanzar porque requerían una preparación que ni antes ni después era equiparable a la de otros cuerpos docentes. Era Mariano Mañero, que nos ha dejado tras varios años de vivir apartado por las secuelas de una enfermedad. Y Mariano conocía bien los avatares de diferentes cuerpos de la Administración porque había pasado por varios, catedrático de geografía económica y estructura económica en la Escuela de Comercio y Ciencias Empresariales, hasta que encontró su puesto en la docencia de la Enseñanza Media.
Nos conocimos a comienzos de los setenta. Entonces era presidente provincial de la asociación de catedráticos de instituto, que ya tenía problemas graves en su pugna con la administración por los planes de estudios, por la consideración económica y académica de los docentes. Para Mariano era un hito más en su vocación de servicio a la sociedad en que estaba inmerso. Como más adelante fue Consejero de Cultura en el Gobierno Regional. Se ha dicho que lo dejó por falta de sintonía con el partido. Otras razones hubo que ni él ni nadie ha querido desvelar. Pero mucho tuvo que ver la fidelidad a un amigo. También fue director del Instituto Santa Clara y destacó por su entrega y por favorecer todas las iniciativas que redundaran en beneficio de los alumnos y de los profesores. Así lo recordaba Roberto Orallo al que propició un espacio en el que desarrollar sus proyectos artísticos con los alumnos. Y estos, los alumnos, veían a su director como muy próximo a ellos, aunque las apariencias fueran otras.
Hoy, que tantas aguas han corrido bajo los puentes, cuando cunde el desánimo y la desazón entre los profesores propiciando un afán de abandono justificado y explicable, bueno será recordar la tarea desarrollada con un numeroso grupo de alumnos del instituto. Mientras los demás aprovechaban el fin de semana para disfrutar de un merecido descanso, Mañero se ponía al frente de un grupo de alumnos que, a lomos de sus bicicletas, recorrían nuestra geografía, no para ganar ningún trofeo ni proclamarse campeones de nada, sino para estudiar sobre el terreno los accidentes geográficos, los monumentos, iglesias y capillas, puentes... Se apeaban de sus bicicletas, escuchaban las explicaciones, tomaban notas, hacían croquis y hasta alguna que otra fotografía. Y todo ello no era sino una labor previa que luego había que completar en casa aprovechando el domingo.
Aquellas caminatas en bici se diría que recordaban el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Porque además se fomentaba la camaradería y el compañerismo, los más débiles recibían la ayuda de los más fuertes y todo con un espíritu alegre y dicharachero. Cuando aquel puñado de esforzados llegaban a casa apenas tenían ganas más que de relajarse y completar las tareas de su cuadernos. Por ahí hay quien dice que vivieron la adolescencia sin romperla ni mancharla. Claro que no fue tarea de una sola persona. Colaboraban los hermanos Abascal, Mantecón, el doctor García Acha en los servicios médicos, y Lolita, la esposa de Mariano, tanto abriendo la marcha, como en el coche escoba, allí en donde hiciera falta.
Esta experiencia no se ha repetido. A su impulsor le pasó factura con alguna caída . Pero siempre recordaba esos años con afecto entrañable. No es sino un breve boceto de un profesor entregado plenamente a sus alumnos, ejemplo para todos.
Su recuerdo, íntimamente unido al de su esposa Lolita, permanecerá indeleble en sus hijos y estos deberán transmitir a los nietos la conducta de todo un caballero de la docencia. Confiemos en que nos espere en el más allá para servirnos de guía.