Murió Sor Adela a los 101 años
Santander, 19 de marzo de 2008
Sor Adela había nacido en Villahibiera (León), el 17 de mayo de 1907. Comenzó el noviciado ingresando el 30 de abril de 1923 en la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Palencia. Hace la primera profesión el 30 de abril de 1925 y siguiendo las sucesivas etapas de formación religiosa, llegó a Santander a la Residencia de las Hermanitas de la calle Santa Lucía núm. 4, el 8 de mayo de ese mismo año, y tres años después, el 20 de mayo de 1928, hacía su profesión perpetua, permaneciendo aquí ya el resto de su vida.
85 años de vida religiosa (de los cuales 83 fueron en Santander), que en la Congregación fundada en 1873 por Santa Teresa Jornet, en Barbastro (Huesca), significan 85 años de servicio a las personas acogidas en sus Casas, servicio que Sor Adela desempeñó en Santander con actitud humilde y entrega generosa sin escatimar esfuerzo personal alguno.
El actual capellán de la Residencia de las Hermanitas, don Jesús Amieva recordaba que él en su infancia solía acudir con otros niños a la Residencia de las Hermanitas sita, entonces, en la calle Santa Lucía núm. 4 y recuerda a Sor Adela como una mujer joven y dinámica, siempre ocupada en la atención de cuantos visitaban la Casa y de forma especial con ocasión de las corridas de toros que, como festival benéfico, tenían lugar todos los años el día 30 de agosto, fecha en la que se celebra en Santander la Fiesta de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio patronos de la ciudad y de la diócesis. Ya dos meses antes de esa fecha, Sor Adela era la encargada de «despachar» las entradas para el Festival atendiendo con presteza y entusiasmo la numerosa demanda de localidades.
Pero dejando a un lado esta faceta más popular en la vida de Sor Adela, hemos de decir que ella, como buena y fiel Hermanita, era conocedora de que el carisma de la Congregación de las Hermanitas, se hace vida y fruto en la fiel vivencia de la espiritualidad que le es propia y peculiar: «El ejercicio constante de la virtud de la caridad cristiana en el socorro, cuidado y asistencia corporal y espiritual de los ancianos desvalidos de uno y otro sexo, preferentemente los pobres, que sean puestos al cuidado de la Congregación».
Así lo entendió Sor Adela y lo puso en práctica durante su larga vida hasta que limitada ya por el peso de un centenar de años y más por la enfermedad tuvo que vivir en dependencia total de sus Hermanas de Congregación que, con su constante afecto y exquisita atención, la prestaban toda la ayuda que en su desvalimiento precisaba y que ella aceptaba respondiendo con gestos de gratitud. Ayer, día 17, a las 22 horas rodeada de sus Hermanas de Comunidad y confortada con los Sacramentos de la Iglesia terminaba Sor Adela su biografía de casi 101 años, en Santander y, liberada ya de las fatigas de la vida presente, entraba en el misterio de la muerte y en lo que a ésta sigue en la luz de Cristo para celebrar en plenitud la Pascua eterna. Gracias Sor Adela.
Valentín Laso