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Rufino Casuso. Sacerdote 'in memorian' En memoria de don Rufino Casuso Cavia, presb iacut

Santander, 17 de febrero de 2008

Rufino Casuso. Sacerdote "in memorian" En memoria de don Rufino Casuso Cavia, presbítero

Querido don Rufino. Estimado, respetado y amigo Rufino. Te has ido de la misma manera que llegaste, en silencio, sin hacerte notar, sin queja ni lamento, sirviendo a tu pueblo hasta el último momento, dando siempre ejemplo de entrega y compromiso hasta el límite.

Fuiste ordenado sacerdote en 1975 y ejerciste tu pastoral como ecónomo en Toranzo, Bores, Dobarganes, Dobres y Cucayo, entre otras. En 1985 te nombraron vicario parroquial de la Bien Aparecida de Santander. Desde 1995 eras párroco de Pontejos y seguidamente también de Gajano y Rubayo. En todos tus destinos tu labor dejó huella imperecedera.

Nos has dejado, bruscamente, solos y desconsolados. Te hemos llorado y rogado. Todos te queríamos y te respetábamos; los más asiduos y los menos. Todos a través de tu trabajo, tu entrega, tu sencillez; tu absoluto desprendimiento de toda afectación humana; tu dedicación absoluta a los pobres y enfermos; a los mayores, a quienes acompañabas en domingos y festivos; tu atenta disposición a participar activamente en Cáritas y otras atenciones para las necesidades del tercer mundo... iCuánto ejemplo nos has dejado! Así se puede creer en la labor de la Iglesia humilde, cercana, caritativa, desprendida, dialogante y misionera.

Siempre estarás en nuestro recuerdo de admirado respeto y cariño. Los que pertenecemos al Consejo Parroquial damos fe de tu bondad, tu entrega y disponibilidad. Fuiste el precursor de la recuperación del Auto Sacramental de «El Desenclave de Cristo», de antigua tradición. Iniciaste la reparación de hermosas y antiguas tallas de la imaginería. Pusiste en marcha el Consejo Parroquial con personas que han estado y estarán motivadas por tu preclaro y nítido ejemplo de renuncia, tesón y honestidad. Verás, desde tu atalaya celestial, que tu insigne obra de reparar y actualizar la iglesia de San Martín se llevará a cabo tal y como tú querías que fuera. Te damos nuestra palabra. Rufino, amigos de los niños, de los pobres, de los mayores, ha sido un gran honor para todos nosotros, tu pueblo, el haberte tratado y conocido. Todo en ti fue amor y perdón en coherencia con no haber juzgado nunca, sino comprendido.

Como te hacemos en la unidad de Dios -pues como bien decía un amigo mutuo: «Se ha ido con las manos llenas y no precisamente de dinero» - te pedimos que intercedas por nosotros, tu rebaño, triste y añorante y, sin embargo, jubiloso por la gracia de haber tenido entre nosotros a tan preclaro testigo de la humildad, la pobreza, la entrega y dedicación sin condiciones y de la caridad fraterna. Todo un lujo, todo un ejemplo.

Queridísimo don Rufino, nunca te olvidaremos.

Querido Rufino, sacerdote y buen pastor: No fui feligrés tuyo, ni vecino de Pontejos, Gajano y Rubayo, pero asiduo visitante de la primera desde hace cuarenta años, un día vi, en la carnicería, una escena de amor y entrega al prójimo, ejemplar y admirable. Entró una mujer humilde y tras adquirir algún alimento se fue sin pagar; me quedé perplejo, y mas aún cuando alguien me sacó de dudas «lo paga el párroco, don Rufino». Obras de caridad muy frecuentes. Vino a mi mente las palabras de Jesús de Nazaret, «dad de comer al hambriento, lo que hiciéseis con cada uno de ellos lo hacéis conmigo». Salvoconducto para ir directo al Cielo.

En necrológica del 13 de este mes, en admirable exposición de tus virtudes, invitó el autor, a que se relatara en EL DIARIO MONTAÑES, nuestro cariño y simpatía por D. Rufino, y aquí está la nuestra.

Fui compañero de trabajo de tu padre, Emilio, un buen hombre. «El grano ha de morir para dar fruto», él lo hizo tras engendrarte a ti y tus hermanos. ¿Qué maravilla engendrar a un santo, como tú ya eres junto al Señor! Tus feligreses lloran tu ausencia, pero una voz les dice, «buscad el rostro del Señor, en todas las obras y actos que vuestro párroco dej ó en fructífera siembra, pues Rufino, murió, como Jesús, para daros vida». Continuad su obra. El y lo suyo fue para los necesitados. No poseía nada, ni dinero, ni hacienda, ni herencias. Mas tenía una gran fortuna, que aumentaba cada día, «el amor al prójimo».

Disfruta Rufino de tu estancia junto a Dios y ruégale por nosotros. Condolencias a tu familia y a todos los que tuvieron el don de conocerte. ¿No me lloréis, estad alegres, porque estaré con vosotros todos los días de la vida! PEDRO ALVARADO GARCIA